Parece ser que el amor es una colección de colores que se van creando todos los días, algunos colores son la luz que cae sobre diferentes objetos, que se repiten y son observados en el preciso momento en el que las cosas reposan.
Es desde la tranquilidad y la calma de los ojos cuando se forman los colores del amor.Y será que uno de los distintivos del amor es también irse.
Estos mismos colores del amor se van degradando poco a poco después de que son expuestos demasiado tiempo a la luz del sol y se van marchitando y haciendo viejos como una foto por la que ha pasado el tiempo; otras veces algo viene a impactar el amor recién formado: una fuerza, una acción o incluso una violencia que sucede de un momento a otro.
Cuando el amor se acaba repentinamente es cuando más duele, es cuando más cuesta, cuando se está acostumbrado a ver tanto color, y sin embargo un día todo ese color queda desprotegido, desperdiciado, y abandonado.
Eso es nada menos que el desamor, que llega en un mal día, y nunca se va del todo.
Y es que no se puede borrar el desamor, nos hacemos a la idea de que el olvido es un cuento que nos validamos para intentar seguir viviendo.
En ese momento lo que queda del amor es el instante después de la tormenta.
El desamor no es nada más que el amor trunco que se queda flotando a la deriva, el amor a destiempo, el amor disperso y sin cauce que sólo perdura por el fantasma de lo que algún día fue su brillo.
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